
Nada más entrar por la antigua puerta de la muralla almohade del Castillo de Cazalla, las castañas calentitas que ofrecían las castañeras comenzaban a desarrollar el sentido del gusto en los visitantes.
Una vez dentro, rebanadas de pan frito, calderetas, migas, quesos, dulces... hacían el recorrido por Belén ameno y muy rico. Los olores de las cocinas, la copita de aguardiente o de mosto ayudaban a sobrellevar la fría tarde. Así, el magnífico escenario montado para la ocasión, te transportaba a las casas y talleres de las figuritas: de los herreros en la fragua cantando, del zapatero remendón, del artesano del mimbre, de las ceramistas y de un largo etcétera. Por Belén además andaban las "aguaoras" con sus cántaros sacando agua de la fuente, las lavanderas extendiendo sus ropas a secar, los animales en sus corrales: caballo, burro, gallinas... Y como no, las figuras de Jesús, María y José, protagonistas de una Navidad donde no faltaba un detalle.

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